domingo, 6 de mayo de 2012

Recordando a mi Madre


6 de mayo, Día de la Madre.

Regreso a casa después de haber pasado un día en familia, celebrando con mi segunda madre, hermanas y cuñado, este día tan especial. Ha sido una jornada entrañable y llena de sentimientos.

En mi camino de vuelta a casa me encuentro con ella. La llamaré "María", para preservar su intimidad. Está bajándose del taxi, ayudada por su sobrina, su fiel y amorosa sobrina. Nada más poner un pie en el asfalto y alzar su mirada para buscar las referencias de la acera, me mira. Y enseguida su cara se ilumina y me dedica una sonrisa amplia, como siempre. Yo me acerco a saludarla, nos besamos y nuestras manos se entrelazan, siguiendo al impulso del cariño.

María es una vecina, amiga de la familia, de toda la vida. Conoció a mi Madre, Josefina. La quiso mucho y sintió su  temprana partida, un 20 de abril de 1979.

Yo, que vivo en el edificio frente al suyo, solía coincidir muy habitualmente con María. Si nos encontrábamos en la calle, me daba un tierno beso, me preguntaba por la familia y siempre, siempre me decía estas simples palabras: "qué bonita estás, Irene". A mí, sus palabras me llegaban al alma y siempre, siempre, siempre las recibía como un mensaje celestial de mi madre hacia mí. En otras ocasiones, cuando iba a cruzar el semáforo que separa nuestras aceras y miraba hacia la ventana de su balcón, allí estaba María. Se afanaba en enviarme besos volados, uno, dos, tres,..., no se cansaba. Y yo, siempre, siempre, siempre los recibía como besos celestiales de mi madre hacia mí.

Ahora, con 79 años, María tiene alzheimer y su memoria la ha abandonado. Pero hoy, María me ha reconocido. Me ha dado un fuerte beso, me ha abrazado, me ha preguntado por la familia y me ha dicho "qué bonita estás".

La he tomado del brazo y, junto a su sobrina, las he acompañado hasta su casa. Al llegar al portal, me he despedido de ella: con un gesto tranquilo, le he dado dos cálidos besos y, cerrando mis ojos, la he abrazado, abrazando así a mi madre. Los ojos de María se han llenado de lágrimas, se han iluminado de emoción y nuestras almas, en un instante único y divino, se han unido como madre e hija.

Así es la vida de mágica. Un encuentro fortuito con María y mi alma conecta, de nuevo, con el recuerdo de mi madre.

Un abrazo,
Irene Montero González

1 comentario:

  1. Gracias por hacerme conectar con mamá una vez más. Ha sido un verdadero placer y un lujo infinito.

    Vesta, desde mi corazón.

    ResponderEliminar